Hernán
Rivera Letelier (1950) ha publicado su quinta novela, Santa María
de las Flores Negras. Anteriormente, y a modo de información, publicó
La Reina Isabel cantaba rancheras (1994), Himno del ángel parado
en una pata (1996), Fatamorgana de amor con banda de música (1998)
y Los trenes van al purgatorio (2000).
Para escribir esta novela, esta gran novela, Hernán Rivera investigó
la matanza de Santa María acuciosamente.
Se esmeró en indagar todo en la prensa de entonces y consiguió
recrear acertadamente la época, el ambiente, la sociedad, el mundo
de ricos y pobres.
Se demoró, según él, tres años en investigar
todo.
Cuando
las ideologías se tornan irreconciliables
El volumen que nos preocupa no gustará
indudablemente a quienes se abanderizan en la ribera derechista de este país.
Aun cuando hoy se tiene claro los orígenes de muchas barbaridades cometidas
por chilenos contra chilenos, el factor político juega demasiado fuerte
en las mentalidades e impide un reconocimiento cabal de las debilidades humanas.
Los que están en las antípodas de la derecha, es decir, la izquierda,
recordaran el martirio de los pobres calicheros con pena, furor y rebeldía,
carga que transportan por el mundo aquellos que tuvieron la osadía
de pedir a los dueños del trabajo remuneraciones justas.
La historia está plagada de estas amargas experiencias.
Sin embargo, y esto habla bien de Rivera Letelier, este libro no es un texto
panfletario ni menos ideologizante. El autor ha tratado de ofrecer un panorama
lo más certero posible de esa acción inexplicable y vergonzosa
de los uniformados de la época. Aunque para nadie se oculta la inclinación
política del autor, en las páginas se transcribe una mirada
más bien serena, sin esconder, en todo caso, la tristeza de observar
a compatriotas eliminando físicamente a sus propios hermanos.
Santa María de las Flores Negras
Dividido en
tres partes, la acción comienza en una oficina calichera del norte
chileno. Surgen los protagonistas que van a sostener el relato: el romance
de Idilio Montaño y Liria María, el personaje central Olegario
Santana y sus dos jotes en el techo de su miserable cabaña, Domingo
Domínguez y José Pintor, cada uno con su acabada caracterización,
las nobles prostitutas, la valiente y fuerte Gregoria Becerra y su hijo
Juan de Dios, además de un extenso friso que dibuja a los pampinos,
el Iquique de entonces, la vida sufriente de los hombres que trabajan el
salitre y por supuesto, el reverso de la medalla: los administradores sin
conciencia, las autoridades ineficaces y temerosas del gran capital, y,
arriba, en la pirámide, los gringos dueños de las minas: duros,
lejanos e inescrupulosos.
La acción se desenvuelve en tres partes, siendo la última
la más terrible y honda.
Incuestionablemente el alma cristiana, especialmente los de espíritu
sensible, debiera estremecerse frente a tanta bajeza y crueldad. Es inevitable.
No imagina que pueda haber existido. Se rehusa a aceptarlo. Pero la realidad
es más dura y al final los acontecimientos caen por su propio peso.
Poco a poco la historiografía de este país ha ido develando
sus secretos mejor guardados y todo aquello que se nos presentaba como verdades
absolutas, hoy están seriamente cuestionadas.
Este libro descorre la cortina sobre un hecho luctuoso que ennegrece nuestro
pretérito.
La
evidente evolución narrativa de Rivera Letelier
Sin duda alguna que esta novela nos presenta
a un escritor maduro, con mayor oficio, narra mejor que en sus dos primeras
novelas, no se alarga tanto, describe lo justo y tiene un talento especial
para adentrarse en el mundo de la gente humilde y trabajadora. Los dibuja
con sus virtudes y flaquezas, siendo profundo el análisis del alma
pampina.
No en vano conoce profundamente esa realidad
Además, condimenta muy bien el relato con lampos de humor, muy chileno
por lo demás, con lo cual la lectura se torna atractiva, interesa,
no aburre y se presiente el desenlace. Bueno, quienes saben de la historia
de Chile, deben forzosamente conocer el fin de aquella tragedia.
No obstante lo que hemos expresado anteriormente, (y como en materia de gustos
nada hay escrito), surgen algunos dardos hacia su trabajo como escritor. Nos
recuerda un poco el desdén de ciertos autores chilenos hacia la tarea
de Isabel Allende. En la edición de diario Las Ultimas Noticias de
Santiago de Chile, 21 de agosto de 2002, Alejandro Zambra no trepida en expresar
que “la obra de Rivera Letelier demuestra que la moralina, el engolosinamiento
argumental y una inmoderada dosis de pintoresquismo sólo sirven para
camuflar inepcias narrativas de marca mayor”. “El desarrollo es
demasiado previsible, persisten los estériles rebuscamientos lingüísticos
y el autor insiste una y otra vez en el maniqueísmo”.
El diario Las Ultimas Noticias pertenece a la sociedad periodística
El Mercurio.
Por su parte Enrique Lafourcade recurre a la ironía: “Hernán
Rivera Letelier, el esforzado trabajador de pluma y pala, de combo y computadora,
dueño de una prosa lírica repipiada con palabras de la Real
Academia”. Luego se pone serio: ” Su prosa proletaria y ornamental
está trufada de cursis y deplorables metáforas”.
Don Enrique Lafourcade tiene a cargo una crónica semanal en el diario
El Mercurio.
Volvemos a reiterar: “en materia de gustos no hay nada escrito”
y esperamos que las objeciones al trabajo de Rivera Letelier sean enfocadas
desde prismas estrictamente literarios y no desde la oscura tarima de los
debates políticos.
Un
libro que vale la pena leer
“Santa María de las Flores Negras”
se nos presenta como un trabajo serio, preciso, emocionante, con indudables
condiciones narrativas del autor. Un buen libro que vale la pena leer. Hernán
Rivera se consolida de esta manera entre los grandes escritores de Chile.
En eso creemos que no hay discusión. Además, ha tenido un éxito
impensado en el exterior. “Tanta gente no puede equivocarse”,
decía Benjamín Subercasseaux.
Bien por él y por nuestra literatura chilena, puesto que se necesitaba
un necesario relevo.
Aunque a muchos les cueste aceptarlo o los haga fruncir el ceño o enarquen
las cejas.