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Dos novelas iniciáticas

Nota sobre lo ‘espiritual’ en las novelas Hijos de Lava ( Mapalé, 176 pp., Ottawa)y Piedra Azul (Roberto Rivera V. Bravo y Allende Editores, 113 pp.2001. Santiago

por Jorge Etcheverry

 

    El espiritualismo alternativo es consustancial al occidente. Primero, como supervivencia de religiones precristianas sepultadas por los imperios católicos, permanece en ritos y creencias basados en textos evangélicos apócrifos o en interpretaciones ajenas a la corriente principal; luego pasa a ser refugio de concepciones de mundo no institucionales, muchas veces envolviendo meollos de enfoques científicos y pensamiento social: gnósticos, arrianos, cátaros, albigenses, brujas, templarios y posteriormente masones son la leña de los fuegos que iluminan Europa y dejan su huella inscrita en las catedrales. En la Edad Moderna surgen las logias y la alquimia, la sociedad secreta es repositorio de una ideología utópica tanto en lo espiritual como en lo social, adelantando el proyecto de las realizaciones basadas en la razón de una modernidad que tratará luego de imponer la igualdad, la libertad, la fraternidad de la utopía desde los conciliábulos de Cagliostro y de José Bálsamo, publicitadas por la presencia ubicua del Conde de Saint Germain y transportadas al Nuevo Mundo en las alforjas de la Logia Lautarina. Pero con el surgimiento de las grandes masas modernas desvinculadas de la tierra, arrancadas de las agrupaciones sociales primarias, que venden su fuerza de trabajo, el espiritualismo alternativo es la alquimia que habrá de trasmutar a ese ser aislado y desvalido en miembro de una cofradía histórica e universal que se cree de elegidos, que se sienten llamados a crear en la tierra la Ciudad de Dios, modelada sobre Agharta. Los nacientes movimientos sociales adoptan la forma y a veces el fondo de las sociedades secretas. Los populistas rusos del siglo XIX se organizan en logias y tiran bombas a las carrozas de los emperadores.

    Pese a la vasta presencia histórica e ideológica del elemento arcano e iniciático en Chile—no hay que olvidar por ejemplo que entre los fundadores del Partido Socialista se encuentran militares masones y teósofos seguidores de la Blavatsky—,el género de la ‘novela iniciática’, que considero dentro de la novela de formación, casi no tiene representantes. La única novela más o menos reciente en Chile que me viene a la memoria es Piedra Azul, del narrador Roberto Rivera Vicencio, publicada hace un par de años. En ella, Eugenio Rodríguez se desplaza hacia el Sur en un viaje de recuperación originaria e identitaria, individual y colectiva, que lo llevará a sus raíces europeas y aborígenes. El crítico Antonio J. Salgado de la revista Punto Final dice “Los ensueños del protagonista se fijan con arquetipos y circunstancias extrañas que lo orientan a caminos no recorridos. Señales y rastros se ligan con figuras tutelares, con las que se confunde. Ostanes, un alquimista del tiempo de los cátaros, y sombras de guerreros y sabios mapuches, en una imagen del mestizaje. Las circunstancias lo impelen al viaje iniciático, en busca de la raíz que también es el destino”.

    En la novela Hijos de lava de Camila Reimers, publicada recientemente en Ottawa, Canadá, contemporánea de Rivera y también chilena, se da asímismo un camino de autorrealización personal en el sentido iniciático que es una reintegración en la historia, en términos de una asunción filogénica aborigen, en este caso pascuense. Como en el caso de Piedra azul, aquí también la integración/encuentro entre el elemento indígena de los progenitores del héroe y el mundo occidental aparecen hermanados en esta novela. Aquí también se hace presente un mestizaje a nivel cultural y étnico. El héroe Esteban,es pascuense, pero su formación contiene elementos de la civilización occidental y en la familia que lo adopta hayincluso genes ingleses. En la novela de Rivera, “Vio, se vio claramente en su memoria frente a los menhires sagrados de Stonehenge” (Piedra, 21). Lapersonalidad de una vida anterior del héroe se vincula con el ámbito celta. Aquí el mestizaje es con el elemento francés y no inglés como en la novela de Reimers, pero remonta a la antigüedad y se basa en arquetipos de la memoria (inconsciente) colectiva, ya que “son figuras arquetípicas, símbolos universales guardados en la memoria colectiva de todos los pueblos, así como en el pueblo francés, también en el mapuche” (Piedra 80), “Sabe, el verdadero viaje ha comenzado, la historia común, la del padre que lo une al pueblo mapuche y al Cátaro Ostanes, se confunde con la herejía” (Piedra 89) “El origen aparente no es Marsella, es Egipto”(Piedra 80), “Creyó distinguir la cruz celta del cultrún” (Piedra 100). En la novela de Reimers, al rememorar y remontar sus diversas encarnaciones, el héroe revive vidas pasadas del nuevo y el antiguo mundo, en la ‘isla bienaventurada’, el jardín paradisíaco que encarna Rapa Nui, que está dotada incluso de su Eva-serpiente, y muestra también este sincretismo orientado hacia el mestizaje, ya que es fruto de la confluencia de la sabiduría natural telúrica campesina y aborigen y la ciencia médica y la genética occidentales. El héroe es a la vez médico y shamán. En la novela de Rivera, el viaje es hacia el Sur, orientación ya mítica del redescubrimiento de sí y la iniciación desde El relato de Arthur Gordon Pym escrito por Edgar Allan Poe en 1850, hasta El sur, de Jorge Luis Borges, de 1953.

    La Isla de Pascua, según la tradición hermética es parte de un supuesto continente polinesio sumergido, cuyos mohais representarían a gigantes atlantesde la cuarta raza, según Madame Blavatsky en La Doctrina Secreta del Hombre. Es el misterio, lo ignoto, lo remoto, y es una de las dos instancias míticas chilenas aborígenes.La otra es la Araucanía, en el Sur, habitada por los mapuches, que representa la resistencia e indomabilidad, presente en la novela de Rivera. Rapa Nui, en la novela Los hijos de lava pasa de isla mágica pero degradada, a ser isla bienaventurada y dadora de buenaventura universal. Es el correlato del mito mestizo mapuche de Rivera en Piedra Azul, en esta supuesta geografía iniciática que van construyendo ambas novelas. En el caso de Rivera, el ámbito de ocurrencia de la iniciación tiene instancias como “esa posada a orillas del mar de Talcahuano” ( Piedra 40), y “una dura caminata entre cerros de cordillera nevados, siempre avanzado hacia un lugar remoto, una cueva o una gruta”, donde se siente “una sensación de alegría frente a un toqui, un jefe guerrero Auca que lo recibía como entre sus iguales” (Piedra 53).

    Una muestra de la productividad y presencia en la mente colectiva de este mito de la isla mágica que toma Reimers, es una versión reciente de la ‘vida real’ aparecida en el sur de Chile Se trata de una hipotética isla llamada Friendship, que para los interesados, sería sede de los Hermanos Mayores, los Friends del Espacio. Pero el camino propuesto por la autora de Hijos de Lava no se puede asimilar al compensacionalismo presente por ejemplo en el espiritualismo de los raelianos, que creen que los extraterrestres los van a venir a buscar o el de esos supuestos cristianos que afirman que tronos y dominaciones de ángeles están pendientes de sus menores movimientos, ni a otras salvaciones e iniciaciones de supermercado. Aquí el camino es un rescate/reconocimiento de sí desde un pasado que se proyecta hacia el futuro, o es el futuro, y que a la vez rescata al universo en la armonización o integración de los opuestos. Pero no se trata de un camino ni fácil ni rápido. Además de las diversas encarnaciones de alguna manera predestinadas por el karma, Esteban, el héroe, se demora nada menos que 104 años en la adquisición de la doble vertiente del conocimiento científico y el natural, el arreglo de cuentas y la aceptación de la muerte, la armonía y la unidad con su doble complementario que se le ofrece desde el universo alternativo del ‘lado de allá’, oposición resuelta y armonizada que es la culminación de las diversas oposiciones que se integran en este proceso en el universo de la novela.

    En el proceso de salvación presente por ejemplo en El rostro verde (1916), del autor austriaco Gustav Meyrink, se afirma que hay que aprender a ver el muevo mundo con ojos nuevos, pero que primero hay que arrancarse los viejos a fuerza de llanto. La salvación del héroe, Hauberriser, y de un puñado de iniciados elegidos—que vivirán a la vez en el mundo humano y en el otro, ya que lograron despertar a su Dios interior—no sobreviene sino acompañada de un acabo de mundo ocasionado por un huracán hercúleo y por la cuasi extinción de la humanidad. En este caso se está cerca de la dificilísima salvación presente en la concepción gnóstica del universo en que una semilla de luz está encerrada en un universo casi infinitamente alejado del creador u obra de un demonio. Por ejemplo, los elementos de la tierra, aire lluvia y fuego, que son guías de la labor del héroe en los Hijos de Lava, en la mitología lovecraftiana son los horrendos e inconcebibles dioses elementales que por malicia o equivocación crearon al mundo, y al hombre, su esclavo. Visión que al no proponer compensación o bien alguno, no trasciende a la religión institucional ni a una vía plausible de redención, quedando relegada a la literatura fantástica o de terror.

    Mucho más ‘ecuménica’, la redención personal en la novela de Reimers se ve acompañada por la oferta de una solución para la supervivencia del género humano a través de la regeneración y preservación de medio ambiente. Quizás como contexto ideológico y social de estas novelas, o de los tiempos juveniles de formación de sus autores, habría que referirse, además de al contexto social que llevó a la elección del gobierno de la UP, al por así decir, formato social, producto de la época, de ciertas agrupaciones iniciáticas de los sesenta, como el Poder Joven, que operaba un poco con la imaginería de la izquierda revolucionaria y tenía una especie de política de reclutamiento y programa social. No hay que olvidarse de la influencia de la masonería y la teosofía, cuyo rol por ejemplo en la lucha de la emancipación femenina es conocido. Así, los caminos propuestos en estas novelas no son camino duros, como en el ‘despertar’ de Meyrink, orientado tan sólo a unos pocos, ni tampoco crean una parafernalia de seres numinosos cuya misión en el universo consistiría en la redención de cada individuo. La iniciación se da tradicionalmente en una elección que aparta al iniciando de los otros seres no iniciados, en la elección de un camino que significa el abandono de la cotidianidad. En Piedra Azul se identifica esta situación ‘común’ de la que se va saliendo, con un estado de degradación, de yección casi heideggeriano, que tiene a la vez una dimensión existencial y una social “se sintió vapuleado por una horda confusa que avanzaba a los empellones, una mezcla de oficinistas, predicadores, vagabundos, vendedores de seguros, de previsión social, de tarjetas de crédito”.(Piedra 62). Esta náusea respecto a la cotidianidad alienada y sin sentido tiene por otro lado una gran productividad política y poética, literaria. Recordemos incluso estos versos de Pablo Neruda de Walking Around:

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.  
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,  
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,  
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

    Condición y detalles que de alguna manera determinan el porqué del “Sucede que me canso de ser hombre” con que se inicia el poema. Se trata del“quebranto aciago”de Alturas de Macchu Picchu, del que se libera el iniciando. Es la cotidianidad moderna, urbana, de la alineación de la globalización, de la ontología y axiología de la ganancia y la mezquindad, de la que quizás se desprende el héroe de Piedra Azul hacia una alquimia de trasmutación personal, quizás la interiorización individual del proceso transmutador colectivo que parece haber fracasado: la Revolución.

    Ahora bien, respecto a la escritura misma, si relacionamos el modo de introducción de los elementos por así decir ‘numinosos’ en el mundo ‘realista’, podemos advertir que en la novela citada de Meyrink, como en todas las del escritor austríaco, los componentes ‘sobrenaturales’ se van insinuando gradualmente en el mundo cotidiano ‘realista’ que rodea al héroe, hasta permear al mundo representado, que es la receta de Lovecraft en su ensayo sobre el cuento materialista de terror, El horror sobrenatural en la literatura (1935). Surgida con la presencia del realismo mágico a las espaldas, en la novela de Reimers ya no se respeta esa convención de la introducción gradual del elemento extemporáneo.Aquí se sobreponen las dos realidades, la mágica y la cotidiana, sin que el narrador se muestre asombrado o le haga señas al lector. Los gnomos aparecen debajo de las lechugas y el médico en el sanatorio cura por imposición de manos. En la novela de Rivera, lo por así decir ‘sobrenatural’ se va enhebrando paulatinamente en el tejido de lo cotidiano, un poco como en las novelas de Stephen King o en las del mismo Meyrink.

    En la novela de Reimers son los pascuenses y en la de Rivera los auca araucanos quienes se reivindican en una vuelta a la vigencia a través de un miembro de la raza/cultura de corriente principal. En ambos casos hay seres en apariencia humildes e invisibles, mestizos no blancos que son los portadores de la vía “Comenzó a investigar a los que no se ven, a los que nunca quiso ver, a los que nunca nadie quiere ver, sus actitudes y sus ropas, el rostro anónimo” (Piedra 83). No debemos olvidar que en las últimas décadas se está imponiendo, no sólo en Chile, sino en otros ámbitos con presencia aborigen, la aceptación de esas etnias, culturas y lenguajes marginados, se efectúa un revisionismo de la historia desde la perspectiva del oprimido, el colonizado, el marginal. Quizás la única solución armónica en términos sociales a esta disyuntiva cultural sea el mestizaje étnico y cultural que constituye un elemento central del camino que ambas novelas plantean hacia la síntesis del hombre trasmutado, el Hombre Nuevo, que reinstaurará la sociedad mítica y utópica de los orígenes.

 


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