(Antología de escritores chilenos residentes en el extranjero)

Lassel Adriana

Adriana Lassel, nació en Santiago en octubre de 1935. A los 25 años ganó el Primer Premio en un Concurso Nacional de Teatro. Es invitada a Cuba, donde permanece dos años enseñando en la Escuela Nacional de Teatro. Allí adapta al teatro la novela de Jacques Roumain “Los Gobernadores del Rocío” que será representada por un conjunto cubano.
Trabaja luego dos años en el Departamento de Español del Instituto de Lenguas Extranjeras de Shanghai, China.
Regresa a Chile y al cabo de un año vuelve a partir para instalarse en Argelia, en 1967, por razones de matrimonio con un ciudadano argelino. En Argelia realiza su carrera docente como prefesora de Literatura Hispanoamericana y Española. En 1976 obtiene su doctorado (3er.Ciclo) en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de la Sorbona. Es invitada a la Universidad Paul Valery de Montpellier, donde permanece un año.(1983/1984).
Su vida docente está alternada con conferencias, coloquios y escritra de artículos. Paralelamente lleva a cabo un trabajo literario de creación. Todas sus publicaciones en Argelia o Francia fueron traducidas del castellano al francés.

Bibliografía:

. En un pequeño puerto,profesor...
Premio de Teatro. Santiago, Chile,1961. Inédito.
. Le Sang, l’Ame et l’Espoir (novela corta)
Enap. Argel 1985
. Le pavillon de l’Oiseau Jaune. (novela corta)
La Pensée Universelle. Paris 1985
. El Pabellón de la Grulla Amarilla
Rumbos, Santiago 1987
. La Ville Perdue (novela corta)
Enap. Argel 1988
. Cambio y permanencia en Szmulewicz (ensayo)
Rumbos. Santiago 1990
. Images d’Amerique (ensayo)
Enap, Argel 1994
. Tu n’iras plus à Tiút
Media Plus, Constantine 1997
.
. Cuentos publicados en revistas de Argelia, Francia y España como “Un instructivo viaje de estudios” seleccionado en el Vlll Certamen Literario para personas mayores
de la Junta de Extremadura, Mérida 2001.
. El manuscrito de Lucas, el morisco. (novela)
Terminado en 2003. Inédito.

 

NO VOLVERAS A TIUT(novela corta)
(fragmentos)

(Tiút es el nombre de un pequeño oasis situado en el Sahara argelino, donde los duraznos, damascos e higueras son más abundantes que las palmeras. Catherine, la narradora, es una francesa originaria de esta región. Siendo niña, al término de la guerra de liberación ,partió con su familia a Francia, pero regresó, ya adulta y casada a vivir en Argel, donde estaba a gusto hasta que llegó el terrorismo integrista islámico)

A Amti Myriam la mataron el nueve de octubre de 1993, La muerte adelantó su hora, cortando de mala gana la vida de la pobre vieja que se dirigía, como todos los días, a abrir su almacén. Entre esos pasos tranquilos y la muerte desprevenida se interpuso la demencia integrista: tres hombres jóvenes dispararon sobre el gendarme al tiempo que éste salía del edificio y cruzaba con Amti Myriam el sonoro” sabaj-al-jer” cotidiano.
Todo fué rápido: el saludo, los tiros, el grito, los gemidos y unos pasos precipitados que se alejaban. Luego un silencio denso y corto:un silencio de espanto que paralizó mis miembros aunque después me lanzara a la calle, todavía oscura. El gendarme estaba herido y ella alojaba en su cuerpo unas balas perdidas. De rodillas, busqué en sus ojos abiertos el calor de su mirada, pero en un instante todo se había detenido:la voz aguda, que infinitas veces me llevara por los meandros de la historia argelina; las manos cansadas que tantas veces amasaron la sémola o la harina para regalar, después, a los niños o clientes sus deliciosos pasteles árabes. Toda expresión en ella había partido y sólo quedaba la rigidez inmutable de un cuerpo sin vida. Sentí un desgarro insoportable, como si en alguna parte de mí misma la muerte empezara ya su obra.
Porque con Myriam no sólo éramos vecinas sino también amigas, aunque pueda extrañar esta amistad entre dos personas tan diferentes como nosotras. Myriam fue la voz que me reveló el país donde nací;fue el puente que me introdujo en el mundo distante de mis primeros años; fue mi intérprete, mi confidente, mi hermana...

Ella decía, remontando a tiempos antiguos la historia del barrio:”la distancia era enorme en aquella época, entre la blanca ciudad amurallada, a orillas del mar y estas colinas boscosas del interior. A vuelo de pájaro eran unos pocos kilómetros, pero Mustafá Pachá echaba una jornada para llegar a su casa de verano que estaba allí, justo al frente, en la ladera de la otra colina. Todo esto estallaba de verdor como una gran jardín de árboles frutales, de plantas, flores y verduras. Ahora la tierra muestra sus negras cicatrices producidas por el afán de construcción de nuestro tiemp. Hoy ya no hay recuerdo del río Kniss que corría finamente entre estas dos alturas ¿quién iba a recordar un río que se secó hacia varias generaciones y por donde la presión urbana levantó un camino de casas provisorias que se eternizan en su aspecto de no acabadas?.”
“Era la mano de Dios que se posaba sobre el suave terciopelo de la tierra cultivada-continuaba, con ese profundo sentimiento religioso que rara vez he encontrado en otra persona-y el sol lucía sobre las blancas villas de los poderosos de entonces, los turcos,que escogían zonas alejadas como ésta para aislarse y descansar. Pero el tiempo pasó en un suspiro y ya no fueron turcos sino franceses mlos que llegaron a estas fincas. La villa de Mustafá Pachá se convirtió en el orfelinato de Saint Vincent de Paul y del turco no quedó más que la sangre mezclada de algunos y el nombre del lugar, aunque los años se encargaron de borrar hasta el recuerdo de esta última huella. En ese entonces, el hombre de estos lados bajaba hacia Argel; con la llegada del colonizador europeo fue la ciudad que empezó a emigrar hacia acá.”

Su voz había callado para siempre y su cuerpo sin vida quedó horas sobre la acera, mientras que el gendarme era llevado en ambulancia al Hospital Militar. Alguien-una mujer- depositó un haïk sobre el bulto inerme, un velo blanco como los que ella usaba. Desde la calle se oían los llantos y los gritos de los familiares del gendarme y escuché a un vecino, refiriéndose a la necesidad de avisar a suhijo, Salim, el que vive en Paris.

De la familia de Myriam nadie sabía nada, siempre estuvo aquí y todos la recuerdan igual: de estatura mediana, rostro redondo y marcado de tatuajes, greñas blancas y desordenadas, largos vestidos floreados, aunque comunmente salía en la mañana con su bata de levantarse rosada y permanecía así hasta que- a cualquier hora- cerraba su despacho y volvía a su departamento, en el segundo edificio de nuestra urbanización.

Antes de que su cuerpo finalmente fuese trasladado a su casa, la sangre de Myriam se expandió sobre la tierra que otrora la viera crecer:
-Cuando yo era muy niña-decía- la gente venía por aquí a pasar el domingo. El suave declive de las colinas nos permitía a los niños correr y jugar, aunque no podíamos entrar albosque cercano que de oscuro y denso que era producía a grandes y chicos una sensación de temor. Decían que entre las ruinas todavía vagaba el alma de los turcos y la verdad es que no vine a conocer esos restos de piedra hasta que fui adulta cuando ya no me impresionaban ni el misterio ni las sombras del lugar.
-¿De dónde eres, Amti Myriam?,le preguntaba yo, ¿de qué región del país?
-Sé que no nací aquí, pero en mis recuerdos más lejanos siempre me veo en este lugar. Mi madre decía que llegamos antes que las acasa y la ciudad, antes que los bosques desaparecieran y que el río se secara. Y decía que durante siglos la familia emigró hacia este país, no porque lo buscara, sino porque nos empujaban, de Alejandría hacia ibia, de ibia hacia el reino de los bereberes. Durante siglo, hasta quenos islamizamos y nos hicimos también gente del país.
-Y ¿cómo lo sabía ella?
-Las mujeres de la familia se lo transmitían de madre a hija.
-Y tú no tienes hijas...
-Y mi madre sólo me tuvo a mí. Tuve tres hermanos que los vi nacer uno a uno, igual como vi nacer este barrio. Ellops se fueron cada uno por su lado a buscar su muerte y yo me quedé sin tener a quien hablar.
-Pero ahora me lo cuentas a mí.
-Porque sabes escuchar.
Era una maravilla escucharla contar el nacimiento de nuestro barrio, ella que todavía podía indicar donde estaba su vieja casa de la que sólo quedaban unas ruinas y las palmeras centenarias.

 


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